Así sí, viajemos en bus

Quienes no tuvimos la suerte de poseer la capacidad de volar, el poder especial de teletransportación o, simplemente, la fortuna de un vehículo, tenemos que hacernos al dolor de usar el transporte público. Y, verdaderamente, es un sacrificio hacerlo, sobre todo en la ciudad de Quito, donde se ha comprobado que los sistemas de transporte público y movilización aún tienen mucho que mejorar para satisfacer las necesidades de una capital.

Es verdad que el tráfico se ha descongestionado tras la medida del pico y placa adoptada en mayo del anterior año; sin embargo, las promesas de mejorar el transporte público, para que sea una primera opción alternativa de movilidad, no se han evidenciado. Preguntémonos ¿cuántos quiteños usan el Trole, Ecobus, Metrobus u otros buses el día que les toca restricción vehicular? seguro que muy pocos. De las personas con las que pude conversar, algunos afirman que usan su vehículo de reserva (cuando la suerte les favoreció en números alejados) y otros admiten que prefieren madrugar y quedarse hasta tarde en sus lugares de trabajo o estudio.

Ahora, los quiteños contamos con una nueva ruta del transporte metropolitano: el corredor Sur Oriental, pero no existen las unidades de transporte apropiadas para la gran cantidad de usuarios que han optado por este servicio, que al ir por una vía exclusiva, reduce algunos minutos entre los viajes. En medio de malos gestos, insultos, agresiones físicas, acosos sexuales y todo tipo de faltas de respeto, los ciudadanos ven transcurrir los minutos que dura su paso por el transporte público. “Ahora no existe cordialidad hacia las personas de la tercera edad, mujeres embarazadas o con niños” manifiesta una usuaria del trolebus. Confirmo sus palabras al ver (dejando a lado mi criterio machista) gran mayoría de hombres sentados y una que otra mujer joven, mientras en las paradas suben personas que necesitan de un asiento. Pero no todo queda ahí, otra mujer cuenta que una vez sufrió agresión sexual cuando, en el momento menos esperado, un patán aprovechó para tocar sus partes íntimas. Lo peor es que los demás pasajeros se mantuvieron indiferentes ante la indignación de la mujer. ¿Cómo se puede esperar que a nosotros no nos suceda lo mismo, si frente a otras situaciones no hacemos nada?

Estos casos son la muestra de que se han perdido muchos valores y principios de cultura y respeto. Es evidente que lo que reina en la actualidad es el bienestar propio e individualismo. En medio de toda esta conversación, noto que una persona se levanta de su puesto y quiero sentarme ahí, pero un señor me lo gana a la defensiva. “Siga no más, no importa”. Lo único que puedo rescatar de mis viajes en bus es que, por lo menos, aún existimos personas que mostramos respeto y tolerancia de los que nos gustaría también recibir.

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