La amistad la tiene, el golpe se lo debo

Cuando vi su nombre en la pantalla de mi celular, lo primero que vino a mi mente fue:  ¿Y ahora qué daño le hizo la babosa mental? ¿en qué nuevo lío me metió? Pero nunca esperé leer esas palabras; por lo menos no, en estos momentos de mi vida.

Me desconcertó con el ¡Si supieras cuánto te extraño! porque la verdad no lo sé; puede ser mucho, poco o algo parecido a cuando recuerdo que él se sentaba a lado o atrás mío en las clases y empezaba con sus bipolaridades: Me escribía algo bonito en la agenda y al minuto siguiente me miraba con reproche.

Hasta ahora no termino por comprender del todo su actitud. Tengo muchas preguntas sin respuestas, así como las de él, pero puedo contestarle que las cosas pasan PARA algo. Esa es la única y gran respuesta.

Sé que me necesita y ya no compartimos la cercanía, pero por lo menos a la distancia le queda mi amistad. De seguro me recordará cuando vaya a hacer algo incorrecto y verá mi cara de decepción próxima a agredirlo (algo en serio, algo en broma) y también guardará cada una de las travesuras que sólo pueden darse en la edad universitaria.

No sé porque me escribe un mensaje si sabe que sus propias decisiones le impiden recibir mi respuesta; pero sea como sea, de alguna forma sabrá lo que pienso y el golpe, en donde le llegue, aún se lo debo.

Encuentro con un(a) babos@ mental

Babosa mental, sí, babosa mental son las palabras que uno de mis compañeros le puso a la ex de un amigo, porque no encontró otras palabras para, como yo lo entiendo, definir su incapacidad de sentir y actuar,  su inmadurez y  agresividad hacia los demás.

Recuerdo la primera vez que la vi. No fue una persona que me llamara la atención, pasaba desapercibida y tenía la típica cara de quien no rompe un plato, pero yo sabía que querría romper toda mi vajilla. Para esa época no pasaba de los diesisiete años, pero tenía ya la capacidad de enredar y manipular de esas mujeres que se han recorrido de mala manera el mundo.

Pero eso no es lo que importa de este encuentro. Lo que más interesa son las horas, días y meses de meses en los que la pobre víctima de una babosa mental se pasó sufriendo y justificando acciones que no caben en la lógica humana.

Él pasaba apegado a su rosario, rezando alguna oración conocida, sufriendo y jurando nunca más volver a esa babosa. A los pocos minutos su celular sonaba y salía corriendo a contestar sabiendo que era ella, prometiendo darle el mundo y pidiendo perdón por hacerla enojar; prácticamente repitiendo mil disculpas por no aceptar con sumición los golpes, pues según el, se los tenía bien merecidos. Al día siguiente estaba feliz, sometido al poder de la babosa mental. Cuando de repente todo sucedía de nuevo, él sufría porque ella lo había dejado por otro y por lo menos esperaba ser plato de segunda mesa con tal de ser «amado» sin darse cuenta del daño fatal.

Es que hasta ahora no entiendo cómo una persona puede usar excusas religiosas, morales o meras infantiles para dañar la vida de otros.  Cómo puede hablar sin pensar y agredir a terceros no involucrados. Cómo puede tender una imagen de inocencia cuando detrás solo se esconde una babosa mental