Los ex: Reencuentro inconciliable

Antes que nada quiero aclarar que en esta historia habrán  cuatro personajes que se agruaparán en tres: Yo (Didis), ello (el ex) y superyo (los respectivos prospectos).

Luces de autos que van, vienen y se quedan en mi cara. Típica noche de viernes donde multitudes de hormonas andantes bucan flirtear y asegurar su vacile de la noche. Típica noche, pero no para mí… El teléfono suena; miro una y otra vez la pantalla. Sé que no debo contestar, pero un impulso dentro de mí mueve mi dedo hacia el send.

YO: Aló

ELLO: Vamos a una fiesta

YO: Es muy tarde y no tengo ánimo

ELLO: Vamos a pasarla bien, no me digas que no…

YO: Déjame pensar, ya te aviso

Mis manos tiemblan y aún no comprendo por qué conteste, en realidad no quiero comprender. Mejor miro las luces, el cielo, mis manos, mis ojos reflejados en el parabrisas. De nuevo, el teléfono. Es más rápida mi acción que mi razonamiento.

ELLO: Ven, te estoy esperando

YO: En 5 minutos nos vemos

Miles de excusas, justificaciones y chistes sin sentido; vueltas sin rumbo en el auto; ansiedad… YO no puedo estar aquí.  Ahora razono más rápido; me doy la vuelta para salir y frente a mí el ELLO que se lleva la realidad y con ella, lo que soy.

Entro al hábitat natural de las hormonas andantes, no soy una de ellas, pero la música, las cervezas y el humo del cigarrillo me envuelven en ese mundo. ELLO me mira fijamente con la insinuación inocente y perversa de que quiere algo más, toma mi mano (para empezar). YO dudo un momento. YO ya no soy YO y lo arrastro a la pista de baile.

Sonidos que provocan esa conexión de cuerpos invitan a dejarnos llevar por el placer. El mínimo movimiento es el pretexto para que nuestros deseos de recuerdos insatisfechos se puedan saciar por una vez, por última vez… Tus ojos con los míos, tu mano en mi cintura y tus labios a milímetros son el preámbulo de tus palabras.

ELLO: ¿Tienes novio?

YO, YO debo ser YO. Se esfuma el mundo de ELLO y aterrizo en la realidad. No tengo novio pero hay un SUPERYO que me ofrece más de lo que el ELLO puede dar. Reprimo deseos, instintos y placeres que no me conducirán a una plena felicidad; pero el ELLO no debe saberlo, la solución es una cucharada de su propio chocolate.

YO: ¿Y tu SUPERYO?

Hasta ahí llegó la noche de viernes y una historia de hormonas andantes no saciadas, de flirteos a medias y de vaciles reprimidos. Pero confieso que aún así solo existiera el ELLO, no habría relaciones inconscientes, ni segundas partes instintivas, ni nada de nada. Sólo debiste quedarte callado.

ELLO: ¿Cuál SUPERYO?