Nadie dijo que sería fácil y muchos lo saben. Empezar una nueva vida fuera del lugar que te vio nacer, es uno de los más grandes retos, sobre todo, cuando quieres progresar, superarte y encontrar una actividad acorde a lo que te gusta hacer. Hemos visto muchos casos de migrantes que viajan a Estados Unidos o Europa, para dejar de lado su profesión o sueños y ganar una mayor cantidad de dinero que les permita sobrevivir; también están los que perseveran y, pese a toda predicción, encuentran el éxito en tierras lejanas.
Las oportunidades no simplemente se encuentran, también se generan con trabajo y perseverancia. Bien dicen, que las fronteras son limitaciones de la mente y no físicas. El ser humano es capaz de generar capacidades en cualquier lugar; la diferencia radica en las barreras que diversas sociedades te pongan, pero de todas formas son superables, si uno quiere que lo sean.
Como periodista ecuatoriana en un entorno profesional que recién se está abriendo al mundo, algunos me pueden ver con admiración; otros con indiferencia, egoísmo o como una neófita. Quizás yo me sienta con ganas de avanzar o a veces frustrada; pero jamás lanzaré la toalla antes de intentarlo. Pronto volveré a Ecuador y lo haré con la cabeza en alto, orgullosa de saber que cada día doy lo mejor de mí. El gentilicio lo llevo en la cédula, pero el espíritu guerrero de un ecuatoriano lo llevo dentro. Ahora solo viene a mi mente, la frase de un popular programa que retrataba las vivencias de ecuatorianos en otros países y, al recordarla, siento orgullo de ser una «reporterita» de la mitad del mundo: