Últimamente me he hecho esta pregunta, una y otra vez. Hace poco creía tener un montón de amigos: Esos con los que no te hablas mucho, pero sabes que están siempre ahí; esos otros que siempre ves y todo fluye con la cotidianidad; o de aquellos a quienes solo dices hola y el rato menos pensado te dan una mano. Todos pueden ser tus amigos o ninguno puede serlo.
Cuando eres niño o adolescente piensas que tienes un amigo porque pasas la mayoría del tiempo con él, porque es divertido o porque tienen muchas cosas en común. Poco a poco, dependiendo del lugar donde te encuentras, te das cuenta que amistad no es sólo eso, es también tener un objetivo común, una predisposición por entregarle tiempo a alguien más y saber que puedes hacer más de lo que crees por esa persona.
Con el paso del tiempo también aprendes que amistad es superar tiempos y distancias, porque hasta los mejores amigos toman rumbos distintos, pero sus mentes y corazones permanecen juntos. Aprendes que confiar en alguien es más indispensable que gustar o pensar lo mismo. Entiendes que una llamada, mensaje o visita es el mejor antídoto contra la depresión cuando tú tomas la iniciativa de hacerlo.
En este último tiempo, creí conocer a muchos amigos y, lamentablemente, me di cuenta que algunos creen que sacar ventaja para un interés propio también puede llamarse amistad o compañerismo. Sin embargo, no importa, yo estoy bien, mi vida sigue y lo más importante sé que, de las pocas amistades que tengo ( algunas hace mucho que no veo), las más valiosas no tienen nada que demostrar porque siempre están en mí.