¿Quién es mi amigo?

Últimamente me he hecho esta pregunta, una y otra vez. Hace poco creía tener un montón de amigos:  Esos con los que no te hablas mucho, pero sabes que están siempre ahí; esos otros que siempre ves y todo fluye con la cotidianidad; o de aquellos a quienes solo dices hola y el rato menos pensado te dan una mano. Todos pueden ser tus amigos o ninguno puede serlo.

Cuando eres niño o adolescente piensas que tienes un amigo porque pasas la mayoría del tiempo con él, porque es divertido o porque tienen muchas cosas en común. Poco a poco, dependiendo del lugar donde te encuentras, te das cuenta que amistad no es sólo eso, es también tener un objetivo común, una predisposición por entregarle tiempo a alguien más y saber que puedes hacer más de lo que crees por esa persona.

Con el paso del tiempo también aprendes que amistad es superar tiempos y distancias, porque hasta los mejores amigos toman rumbos distintos, pero sus mentes y corazones permanecen juntos. Aprendes que confiar en alguien es más indispensable que gustar o pensar lo mismo. Entiendes que una llamada, mensaje o visita es el mejor antídoto contra la depresión cuando tú tomas la iniciativa de hacerlo.

En este último tiempo, creí conocer a muchos amigos y, lamentablemente, me di cuenta que algunos creen que sacar ventaja para un interés propio también puede llamarse amistad o compañerismo. Sin embargo, no importa, yo estoy bien, mi vida sigue y lo más importante sé que, de las pocas amistades que tengo ( algunas hace mucho que no veo), las más valiosas no tienen nada que demostrar porque siempre están en mí.

 

 

Para no arruinar la amistad

Seguro muchas veces hemos callado un «me gustas», no hemos pedido prestado dinero, no nos hemos fijado en el ex de un/a amigo/a y todo para no arruinar la amistad. Sin embargo, algunas veces tan solo no hay que ser amigos para no arruinarla.

A lo que me refiero es muy simple. En ciertas ocasiones retomamos una amistad que ya estaba perdida, quizás por compromiso o ingenuidad. ¿Cuántas veces no hemos terminado siendo los amigos sacrificados de nuestros/as ex? ¿Cuántas veces no hemos vuelto a ser las amiguis de quien nos traicionó o lastimó?  La conversación ya no es fluida, las risas nunca vuelven a ser espontáneas, los momentos de silencio ahora sí son incómodos. En este caso, el problema no eres tú, el problema es él o ella, quienes ya no vuelven a caber de la misma forma en tu mundo.

Tal vez exagero un poco, porque hay quienes han podido superar los problemas del pasado y viven su amistad de forma genuina. Seguro lo analizaron, dialogaron y dieron la vuelta a la hoja. Algunos problemas son fáciles de manejar, de acuerdo a la percepción de los involucrados y a lo que esperes de la retomada relación. Al fin y al cabo, la visión del mundo es cuestión de actitud.

Los seres humanos somos expertos en destruir lo que lleva tiempo consolidar. Hacemos y deshacemos cuanto queremos y cuando nos damos cuenta, ya ni siquiera tenemos el manual de instrucciones para volverlo a armar. Antes de iniciar  o retomar una amistad, piensa todo lo que entra en juego y si estas por caer en la tentación de arruinarlo, acuérdate lo que dijo Rajesh, de Big Bang Theory:

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¡Ahora entiendo porque no me gustan las chispas de chocolate!

Manual para idas y venidas

Toma tus cosas y ándate. A donde quieras, pero ándate.. Así empiezan las aventuras, con el simple deseo de ir sin rumbo fijo a ningún lugar. Lo bueno es que a donde lleguemos siempre será un destino; no sabemos si será el sitio anhelado ni el punto final del trayecto, pero será parte de lo vivido. A veces solo necesitamos cambiar de aires para ver mejor lo que nos rodea, para valorar lo ignorado y para desechar lo inservible.

Cuando llegues a tu destino, tómate tu tiempo. No tengas prisa por ir a otro lugar y, menos aún, por volver al sitio de donde has venido. Disfruta tu camino, porque todo tiene su tiempo. No sabes si volverás a ver esos paisajes o si te encontrarás con esa misma gente. Busca y deja lo mejor de ti en el trayecto.

Descubre nuevas cosas. No viajes siempre por los caminos establecidos. Quizás lo mágico de esta aventura está por el trecho menos transitado. Sé dueño o dueña de tu destino y rompe parámetros. De todas formas, es tu viaje por la vida. Rompe las reglas, aprende de tus errores, corrígelos y, sobre todo, siempre sigue adelante.

Cuando llegue el momento de partir,  no entres en melancolía. Lo más difícil de ir y venir son las despedidas, pero todo lo que vale la pena, no tiene un valor material… Se lo lleva dentro. Como dicen por ahí, lo bailado no nos lo quita nadie y las personas que deben formar parte de nuestra historia, pese a la distancia, jamás se van.

Dicen que nunca hay que mirar atrás, pero yo te digo que lo hagas. Mira el nuevo camino que has trazado, aprende de lo malo y sonríe, una y otra vez, de lo bueno. Al fin y al cabo, la vida es ir y venir. Pronto te tocará volver a venir.

Cosas de varones

Pensaba que la amistad femenina era la más sincera; pero, la mayoría de veces me equivoqué. De un grupo grande de amigas (más aún al estudiar en un colegio de muheres), fueron pocas a las que hoy en día puedo denominar así.

¿Pero cómo no tener mejores amigas? A quién se le podría contar del chico de la tiendita, ese que siempre nos regala chocolates (aunque por celos nos digan que él no nos hace caso). A quién le pediríamos asesoría de cómo nos queda tal o cual atuendo (aunque por envidia nos digan que nos queda mal). A quién llamaríamos hermana, sister, mejor amigui (aunque a veces nos digamos perra).

También está esa amistad con pantalones incluídos; a veces con complicidad menos evidente, pero con sinceridad completa. La amistad masculina (siempre y cuando no hayan intenciones amorosas) es más leal; ya que no tienes que competir, ni tratar de quedar bien. Sin duda alguna, las lecciones más grandes de vida como fortaleza, valentía, honestidad, entrega, las he aprendido de mis amigos.

¿Y cómo no tener mejores amigos?  Si ellos son quienes nos traducen lo que el chico que nos gusta en verdad quiso decir. Ellos nos tratan como princesitas y, al final, nos terminan descolando por irse con la tipa que les gusta. Ellos son los que nos enseñan a no dejarnos de otros hombres y a saber cómo ponerles el alto. Ellos son los que no ponen excusas para salir a cualquier hora y lugar.

Pero ¿saben qué es lo mejor de todo? Juntar a tus mejores amigas con tus mejores amigos, hablar de una y mil anécdotas, no parar de reír por las mismas cosas siempre y, sobre todo, saber que ante cualquier situación, ellos siempre van a estar ahí y no abrazándote, sino levantándote a empujones…. (cosas de amigos, cosas de varones).

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El final de tu historia

Los mensajes de ayuda para encontrar a Karina del Pozo, desaparecida en Quito, mantuvieron mi atención de sobremanera. Desde el inicio, me inquietó mucho la forma en que se habrían dado los hechos de su desaparición: Una chica, supuestamente sola, en la madrugada… Era inconcebible pensar que saldría sin algún más. Día tras día, familiares, amigos y desconocidos preocupados se sumaron a esta campaña para encontrar a Karina; pero, no se tenía ningún resultado, hasta el miércoles 27 de febrero.

Caminaba en la noche justamente hacia una fiesta, cuando me llegó un mensaje cadena con la lamentable noticia de que Karina había aparecido muerta. Un frío helado me recorrió el cuerpo, quizás me apersoné en este caso o, con mayor certeza, recordé muchas ocasiones en las que yo me expuse a varios peligros como el de aquella chica. Al día siguiente, con toda la información circulando por la red, me enteré que la víctima habría sido asesinada por sus propios amigos tras haber salido de una fiesta. La indignación se apoderó de mí y no podía entenderme cómo la sociedad se denigra constantemente, al punto de hacer daño a la persona a quien llamamos nuestro amigo.

Al escribir sobre este espeluznante caso, no puedo sacar de mi cabeza las recomendaciones de mi madre cada vez que salía y que, en su momento, fueron restadas importancia. Claro, quién las necesita si en la adolescencia y juventud somos los dueños del mundo; a nosotros no nos pasará nada malo, igual, nuestros padres son unos exagerados. Cuando sentía que mi madre estaba invadiendo mi espacio al llamarme y preguntar dónde estaba o a qué hora regresaría, lo más fácil era apagar el teléfono. No puedo imaginar la angustia de mi madre pensando que algo malo pudo haberme ocurrido. Varias ocasiones tomé taxis sola y a la madrugada; tenía ciertas precauciones, pero que, al final, no son garantías de seguridad. Algunas veces asistía a fiestas del amigo del primo del otro amigo del conocido, sin saber a ciencia cierta qué clase de personas serían.

Nuestros padres tienen razón en preocuparse y desde pequeños nos han enseñado cómo enfrentarnos al mundo para que de adultos seamos nosotros mismos los dueños de nuestros impulsos. La inseguridad de la ciudad es terrible, en el día o en la noche, en el norte como en el sur; pero el evitar una desgracia, puede estar en nuestras manos. A veces nos exponemos a riesgos absurdos, tan solo por caprichos o momentos efímeros.

Seguramente Karina pensó en divertirse una noche más, pasar un buen rato con sus «amigos», vivir al máximo su vida; total, lo bailado nadie se lo quitaba… perdón, alguien sí: La muerte.

Descansa en paz, Karina, que tu fatal desenlace sea un mensaje de reflexión para quienes vivimos el final de tu historia.

Carta a mis mejores amigos

Queridos mejores amigos:

Ahora que la distancia física nos separa, solo les puedo decir que están aquí, en los lugares más profundos de mi corazón, en medio de risas acompañadas de tormentas y en los momentos difíciles de color tornasol. No importa quién vino primero, ni quién vino después, lo único que me interesa es quién se mantiene desde el primer instante en las buenas y malas, la salud y la enfermedad,  las chupas y leyes secas, los desvelos por estudio y noches de fiesta, etc.

Quisiera retroceder el tiempo y quedarme con cada uno de ustedes en ese mejor instante que compartimos juntos. Quizás si cierro los ojos, pueda evocarlos tan vivamente y detener al inclemente olvido. O mejor aún, quisiera acelerar el tiempo y llegar a nuestro próximo encuentro para concluir todo lo que un día prometimos hacer.

No puedo cambiar las circunstancias, sólo puedo decirles que no existe tiempo ni distancia que destruya lo verdadero y que más allá de lo tangible, existen sentimientos de cariño, apoyo y empatía para ustedes. Me alegra que después de tantos años, aún pueda llamarlos amigos, pero amigos de esos de «a de veras», a los que puedes cansar con la misma cantaleta todos los días, con los que puedes hacer las focas una y otra vez, con los que no te cansas de los mismos chistes, con los que no puedes «regresar a ver disimuladamente», a las que prestas tu ropa, a los que los jodes hasta hacerlos llorar de la risa, a quienes les puedes llamar o escribir a cualquier hora, simplemente, a ustedes que siempre me dicen que están aquí… Así como yo, para ustedes

Aquellas amigas, estas amigas

Están las de la infancia, las que ves siempre, las que recuerdas de vez en cuando, las que no tienes la certeza de si fueron tus amigas, las que son tu top 5, las que hablan mucho, las que te escuchan; sean como sean, tú sabes que son tus amigas y que las llevas tatuadas en la piel.

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En cada una de las etapas de mi vida he conocido personas que  han llenado mi historia con sus risas y grandes anécdotas. Recuerdo a una de mis amigas con las que hicimos un pacto de sangre, después de habernos contado los secretos jamás revelados. No importó el dolor del pinchazo; fue más grande ver sellado nuestro juramento que el dolor de una travesura. Con otra prometimos siempre estar juntas, después de una borrachera, en la que no recordamos quién ayudo a quién. Está mi amiga de la universidad, que soportó todas mis historias idílicas  sin saber que luego yo tendría que repetirle sus consejos. No puede faltar la amiga que conoces de un día para otro y se convierte en tu otro yo, que sabe lo que quieres antes de decirlo y, sin duda, iría hasta el fin del mundo por ti. Están las que no has visto personalmente, pero desde la distancia te dan un consejo y te hacen sentir que no estás sola en el mundo.

Hay miles de historias por contar, muchísimas sonrisas, diferentes caricias y sinfín de recuerdos. No sé donde están algunas de mis amigas; otras supongo que están donde me dijeron que iban a estar; a unas las leo a través de la computadora y están aquellas a las que veo y siento que el tiempo no ha pasado. Quizás nosotros cambiamos el rumbo de nuestras relaciones de amistad, cuando les restamos importancia o las dejamos de priorizar; pero si buscamos en el fondo de nuestro corazón, seguro encontraremos miles de motivos para desempolvar lindos recuerdos y, quién sabe, averiguar que la amistad a resistido a tiempos y distancias.

GRACIAS AMIGAS , ESTÉN DONDE ESTÉN

La tan anhelada despedida de soltera

El tan anunciado striper, juegos picarescos, grandes cantidades de alcohol y una noche loca marcarían mi despedida de soltera…

Recuerdo que quince días antes del anunciado evento, le di un listado a Pris, mi mejor amiga, para que convocara a los asistentes. La retahíla de nombres no era solo eso; significaba momentos de travesuras adolescentes con mis amigas del colegio, horas de risa y estudio con mis amigos de la universidad, una convivencia placentera con mi roommate, un combo como excusa para celebrar la amistad, buenas pláticas con quienes necesitaban un consejo, alegrías, tristezas, ánimos, apoyo, en fin, un sinnúmero de anécdotas con personas realmente importantes para mí.

Los días pasaban y muy pocas personas confirmaron su asistencia. -Seguro es el trabajo, el dinero, no han tenido tiempo, verás que ya escribirán- le decía a Pris, que con cara de impaciencia se desesperaba por empezar a organizar una reunión, que desde hace algún tiempo la visualizábamos muy ilusionadas.

A menos de una semana nadie había confirmado su asistencia y colaboración con certeza. La nostalgia por el empezar una nueva vida y dejar mi ciudad invadían mi estado de ánimo y Pris contenía sus emociones para hacerme sentir que todo estaba bien. Una mañana me mandó una foto de las chicas de Sex and the city bebiendo en una acera, con un mensaje que no recuerdo textualmente, pero que me daba a entender que no importaba el lugar ni la cantidad de gente, si siempre compartes con quienes te quieren.

Las pocas personas que al final aseguraron asistirían, cambiaron de planes a última hora e, incluso, algunas ni siquiera contestaron su celular. El esperado día había llegado y ahí, mirando por la ventana, estaba yo con miles de confusiones. La noche estaba por llegar y con ella vino Pris, con su gran sonrisa, su cartera en un brazo y en la otra una botella, para darle ese antídoto borratristezas a todas las escenas grises. Al final, terminé en una reunión familiar con mi mejor amiga bebiendo vodka con jugo de naranja y, para ser sincera, ese fue uno de los mejores días de mi vida.

No voy a ocultar que los días siguientes a mi despedida de soltera me enojé con todo el mundo, pero en verdad estaba enojada conmigo misma por las veces que no compartí con quienes debía hacerlo, por no saber alargar los gratos momentos, por no saber cómo borrar los malos ratos, por no decir un «estoy aquí» cuando fue necesario, por un montón de sentimientos que no supe demostrar a su tiempo. Tampoco voy a negar que muchos de quienes no asistieron, me llamaron o escribieron para desearme lo mejor, con su respectiva justificación, que se resume en esa constante lucha con la rutina y el paso del tiempo.

Ahora ha pasado más de un mes de aquella anhelada despedida. Al recordarla se me dibuja una sonrisa e, inevitablemente, evoco a cada una de esas personas que, incluso en su ausencia, siempre me han demostrado que están presentes y que sin importar tiempos, ni distancias (y ahora estado civil) estarán ahí una y otra vez.

Y por si les interesa, todavía hay tiempo para algunas «despedidas de soltera» más.

El violinista en mi tejado

Ha pasado una semana desde que dejó su forma tangible para transformarse en un soplo de recuerdos agradables, pero que al evocarlos también traen dolor de ausencia e impotencia de no poder retroceder el tiempo y evitar el fatalismo.

Hace poco él se sentaba a mi lado y me picaba con sus dedos regordetes como gesto de su picardía. Achinaba sus ojos, impartía vida con su gran sonrisa y nos sacaba más de una carcajada con sus expresiones verbales tan propias de él. Con mi mejor amiga nos gustaba abrazarle para recibir «su calor interno» como él decía, que en realidad era producto de su saco abrigado.

Sin embargo, nuestra capacidad humana de errar termina alejándonos de quienes alguna vez llamamos amigos. La inclemencia del tiempo me alejó aún más de él y, lo peor, es que hizo que aplazara palabras que no podían esperar como un te quiero, te extraño, estoy aquí. Fue un error presumir que él sabía que lo apreciaba como un buen amigo y que lo tenía presente. No tenía sentido mantenerlas en silencio; ni siquiera tienen sentido ahora que él jamás las podrá oír.

Lo único que me queda es contarle al mundo que Carlos Picerno fue un gran hombre, un luchador de verdad. Jamás se rindió ante la adversidad, siempre enfrentó los problemas con una sonrisa y brindó su apoyo a quien lo necesitaba sin juzgar ni recriminar.

Sé que no lo volveré a ver ni siquiera por casualidad en la calle, pero cada vez que quiera podré buscarlo en ese rincón de las memorias más alegres de mi vida. De seguro una noche alzaré la vista al cielo, escucharé una de las canciones que tanto le gustaban y, sin explicación ni lógica, lo veré sentado con su hermosa sonrisa siendo el violinista en mi tejado.

«Me voy a vivir a París»

«Me voy a vivir a París» fue el anuncio que hizo Carrie Bradshaw a sus amigas para compartir el inicio de una nueva etapa y un camino, que ella consideraba la llevaría a la felicidad. También fue una forma de contar con su aceptación o, por lo menos, con su comprensión en un momento trascendental. Las reacciones de las amigas fueron tan diversas como la excentricidad de Samantha, la complicidad de Charlotte y la negativa de Miranda. Ver de nuevo ese capítulo me hizo revivir una situación similar.

Era una tarde de agosto, la espectativa era la característica del encuentro. Después de un anuncio muy importante de una de mis amigas, se me ocurrió ser la siguiente en compartir una buena nueva. Cuando mis amigas escucharon que me iría a vivir a Perú y de mis planes amorosos futuros, pusieron las mismas caras que las co-protagonistas de Sex and the city, con la diferencia de que yo no vi venir ese momento.

No ahondé en el asunto, al fin y al cabo, yo me sentía tranquila y feliz. Obviamente, quería que mis amigas sintieran empatía por mí y quizás me desilusioné cuando no todas lo hicieron. En esa misma situación, Samantha le dijo a Carrie que sólo la pareja sabe lo que pasa puertas adentro en su relación y entendí, que por más que quisiera, nunca lo comprenderían del todo.

Más que nada, ese comentario también me hizo reflexionar en las muchas veces que yo juzgué sus relaciones amorosas o sus comportamientos, sin conocerlos a ciencia cierta. Por dar un consejo, emití muchos juicios de valor de una experiencia, quizás lejana a la suya; tal vez tenía razón, pero no me correspondían a mí solo achacar los aspectos malos, sino escuchar y dar una palabra de aliento. Caí en cuenta que yo pude haberlas lastimado con mis miramientos subjetivos.

Han pasado varios meses desde esa conversación y la verdad no espero que me secunden o exalten mis hazañas;  a lo mucho quiero que las oigan con atención y, sobre todo, que sepan que las quiero, las entiendo y que, de una  u otra forma, estaré junto a ellas por si hay que rectificar o celebrar.

Ahora ellas saben que no me voy a la ciudad del arte, la moda y la buena comida como París; es más no importa el lugar, solo voy hacia mi felicidad.  Al igual que las amigas de Carrie, las mías deben pensar que vivo en una fantasía, pero yo también encontré a un hombre que podía hacerla realidad y no pensaba cuestionarme (ni cuestionar a nadie, jamás).