Quito es una de las capitales más pequeñas de Latinoamérica, en cuanto a extensión y habitantes; pero si nos referimos a cultura, la palabra inmensa queda corta. Y no es para menos, si la capital ecuatoriana se destaca por su historia, tradiciones, cultura, gastronomía, arquitectura y la peculiaridad de su gente. Por esto y mucho más, ha sido denominada para este 2011 como Capital Cultural de América.
Miles de historias, anécdotas, leyendas, tradiciones orales han conformado gran parte de la cultura quiteña. Los primeros testimonios que se tiene de los antepasados y del desarrollo de la ciudad, hasta como la conocemos ahora, se encuentran recopilados en libros; sin embargo, el vivir diario del quiteño actual se transmite en conversaciones cotidianas y, es posible que quede grabado para la historia, en escritos de pocas palabras, como estos microcuentos:
Enojo
“Aquí, la gente cuando se enoja dice: ¡Se me sale el Indio! Yo solo una vez me enojé, pero lo que se dice enojado. Y se me salió.
Fue un poco triste verlo como se alejaba con su poncho hacia La Marín, en medio de la lluvia. Nunca regresó y nunca me volví a enojar”. (Jaime Martínez Almeida)
Macho men
“Arroz con leche, me quiero casar, con una señorita de la capital. Que sepa coser, que sepa planchar, que sepa abrir la puerta para ir a jugar… 35 años más tarde, desde Carcelén hasta Quitumbe, continúo buscando mujeres. Pero por lo menos, ahora sé de dónde viene mi machismo”. (Esteban Samaniego)
Alta sociedad
“La boda fue apresurada y conservadora. Era joven y un cura la casó de blanco, sonriente bajo la mirada de sus padres, el llanto de su bisabuela y el cuchicheo ajeno. Tiempo después presentó a la familia un hermoso sietemesino, completamente saludable de casi cuatro kilos”. (Felipe Lemarie Guerra)
Ahí mismo
“¿Y yo qué culpa tengo de encontrarme en la misma esquina, tomar el mismo trole; sentarme junto a ti o tener el mismo color de cabello?
¿Piensas que tengo la culpa de bajarme en tu misma calle y atravesarla con tus mismos pasos?
Pero insisto, no tengo la culpa de meterme en la misma cama, peor de ocupar tus agónicos agujeros, ni siquiera la culpa de mirarte a los ojos y de procurarte mi misma muerte”. (Pablo Almeida Egas)
Viejos dichos, juegos tradicionales, comportamientos sociales, anécdotas, en fin, cualquier tema que permita destacar la sal quiteña (picardía) es un buen motivo para dar a conocer lo que es verdaderamente Quito; mejor aún, si la inspiración viene de quienes han tenido la oportunidad de nacer o vivir en un lugar tan impredecible.
Todas las ciudades y pueblos del Ecuador y de todo el mundo tienen un sinfín de historias por contar. Ningún sitio es un rincón aburrido si tenemos la capacidad de mirar más allá de lo evidente y convertir una pequeña vivencia en un pensamiento trascendente, sobre todo, si el propósito es darle un giro a la historia convencional para empezar a mirarla desde la perspectiva de sus protagonistas.
Mar de gente
“Las personas ya no se fijan por donde caminan o se fijan demasiado en su camino y no se dan cuenta que hay otros que también van por el mismo lugar. En los fines de semana, las calles del centro parecen un mar de gente; quisiera evadirlas, pero ¿por dónde más podría transitar? Las cruzo como si estuviera en una pista de obstáculos e inevitablemente choco con una persona: “Lo siento”. Su expresión de irritabilidad cambia a una más amable. Quizás, sólo el uso de una frase puede hacer más placentera la navegación por este mar” (Didis Caro)
Vista del Panecillo desde el barrio la Ronda, Quito