Toma tus cosas y ándate. A donde quieras, pero ándate.. Así empiezan las aventuras, con el simple deseo de ir sin rumbo fijo a ningún lugar. Lo bueno es que a donde lleguemos siempre será un destino; no sabemos si será el sitio anhelado ni el punto final del trayecto, pero será parte de lo vivido. A veces solo necesitamos cambiar de aires para ver mejor lo que nos rodea, para valorar lo ignorado y para desechar lo inservible.
Cuando llegues a tu destino, tómate tu tiempo. No tengas prisa por ir a otro lugar y, menos aún, por volver al sitio de donde has venido. Disfruta tu camino, porque todo tiene su tiempo. No sabes si volverás a ver esos paisajes o si te encontrarás con esa misma gente. Busca y deja lo mejor de ti en el trayecto.
Descubre nuevas cosas. No viajes siempre por los caminos establecidos. Quizás lo mágico de esta aventura está por el trecho menos transitado. Sé dueño o dueña de tu destino y rompe parámetros. De todas formas, es tu viaje por la vida. Rompe las reglas, aprende de tus errores, corrígelos y, sobre todo, siempre sigue adelante.
Cuando llegue el momento de partir, no entres en melancolía. Lo más difícil de ir y venir son las despedidas, pero todo lo que vale la pena, no tiene un valor material… Se lo lleva dentro. Como dicen por ahí, lo bailado no nos lo quita nadie y las personas que deben formar parte de nuestra historia, pese a la distancia, jamás se van.
Dicen que nunca hay que mirar atrás, pero yo te digo que lo hagas. Mira el nuevo camino que has trazado, aprende de lo malo y sonríe, una y otra vez, de lo bueno. Al fin y al cabo, la vida es ir y venir. Pronto te tocará volver a venir.