De tal astilla, tal palo

Lo común que se usa para destacar el parecido de los hijos con sus padres, ya sea en lo físico o en la personalidad, es la frase «de tal palo tal astilla» y aunque es cierto que los hijos heredamos o aprendemos muchas cosas de nuestros progenitores, no podemos negar que ellos también van acomplándose a nuestra forma de ser y a nuestro entorno; por ello, cada vez se rompen las brechas generacionales.

No sé bien el momento en que mi mamá empezó a usar frases o términos propios de mi edad como: de ley, buenazo, a full, de lo último; tampoco sé cuando le gustó las leggings y, mucho menos, me di cuenta cuando aprendió partes de canciones de reggaetón y empezaba a cantarlas cuando pensaba que yo no la oía.

Cuando estaba en la adolescencia estos comportamientos que tuvo mi mamá me molestaron; incluso, hasta ahora se me hace raro escucharla diciendo cosas que normalmente estoy acostumbrada a que las digan mis amigos. Es más, cuando me decían que me parecía a ella, me enojaba porque estaba en un momento en el que buscaba mi identidad fuera de mi circulo social y familiar. Sin embargo, estoy segura que todas esas actitudes de mi mamá se debieron a que ella buscó formas para no alejarse de mí e, incluso, para hacer el paso del tiempo una etapa más fácil de sobrellevar para ambas.

En realidad, me alegra que así, como cuando yo era pequeña usaba su ropa y quería imitarla, ella también quiera tener algo de mí. Ahora no es nada raro que vayamos de compras juntas y tengamos los mismos gustos, que a veces me diga un vocablo extraño o tararee la canción de moda y, es más, me siento orgullosa que digan que nos parecemos; porque siempre lo bueno genera algo más bueno y ¡cómo no!, si de tal astilla se reconoce a tal palo.