«Que sepa coser, que sepa lavar, que sepa abrir la puerta para ir a chupar«… Lastimosamente no soy como la señorita de San Nicolás, que cita la canción y ni siquiera pretendo serlo. Quizás no soy ni un poco de lo que esperas o soy tremendamente mejor de lo que imaginabas. A mi también me sorprende a diario lo impredecible de tus gustos, costumbres y estados de ánimos y ahí, justo en ese momento, es cuando tengo la certeza de que no quiero un novio que sea un machito y resuelva todos mis problemas; ni tampoco, uno que no tenga voz ni voto y sea una extensión de mí. Pero admitámoslo, tú y yo jamás seremos perfectos.
No es fácil empezar una vida en pareja, porque más allá del amor y de las ganas para emprender un nuevo camino, están las nuevas obligaciones, la adaptación al cambio, el acoplamiento hacia la otra persona, que por más años de noviazgo que tengan, es un desconocido. No podemos conocer las costumbres o hábitos de vida de nuestra pareja hasta el momento en que convivimos con ella, ni siquiera podemos imaginar cómo realmente reaccionaría frente a una situación, sino es hasta vivirla. Pese a estas dificultades que se presentan, principalmente en las primeras semanas o meses, la convivencia conyugal es una de las más gratificantes experiencias de vida, como dice mi novio: Hacer algo por el otro es la mejor muestra de entrega y amor. Pero admitámoslo, tú y yo jamás seremos perfectos.
Hay ocasiones en la vida en las que nos cansamos y tiramos la toalla porque pensamos que no lo podemos lograr; sin embargo, en las cuestiones del corazón, ninguna de las opciones es rendirse. Considero importante destacar algunos aspectos, que pueden ayudar a llevar de una manera agradable los primeros meses de convivencia y que son claves para mantener una relación a largo plazo. El diálogo es fundamental para exponer y aclarar los puntos de vista; el control de las emociones también es de gran importancia, principalmente, cuando queremos evitar momentos de ira o exaltación. No podemos dejar de lado la comprensión y empatía para ponernos en el lugar de la otra persona y entender sus actitudes. A todo esto, le debemos sumar grandes dosis de amor y respeto, que configurarán un escenario ideal para empezar una vida conjunta.
Aún con estas recomendaciones, no podemos negar que cada persona tiene su carácter y forma de ser. Tú, tan centrado, obstinado, distraído y bromista. Yo, tan enérgica, susceptible, más distraída y detallista. Admitámoslo, tú y yo jamás seremos perfectos, pero somos el uno para el otro.